no es que sea amigo del futbol, pero este man la tiene clara. me suena a Bukowsky a Medina a Madiedo, escribe muy sabroso, con ese desparpajo que caracteriza a la generacionde los 80
by Adolfo Zableh, 23/05/2013
No más Rosales, no más Chicó, no más Parque el Virrey. No más viejas del Marymount, ni del Femenino, ni de Los Portales. Me voy a Venecia, a Morato, a Barrios Unidos. Llevo la vida buscando a la misma mujer -un fantasma-, persiguiendo el culo de siempre por El Coq y por La T, La G y El Bandido; últimamente por Gordo y Bruto. No más. No más ese círculo vicioso de arpías deliciosas y sin culo, cachacas de pelo liso y aretes pequeños que son el símbolo de su superioridad moral. Creen que con su belleza y con la bondad que no poseen van a salvar el mundo.
Llega un día en el que se puede prescindir del mundo en el que crecimos, es posible vivir de escribir, jugar fútbol y follar sin que el resto de las cosas nos afecten. Yo elegí dejar todo y dedicarme a teclear, correr detrás de un balón y fornicar sin corazón (pero con ganas). No hago bien ninguna de las tres, pero ahí voy.
Escribir para comer, no por talento, porque escribir es muy difícil. Teclear, sí es sencillo, por eso hay tanto columnista. Es tan fácil que cualquier hijo de puta publica un libro (yo tengo dos y voy para el tercero, ninguno la gran cosa). Darle a unas teclas y ser publicado es tan fácil que por eso a los que lo hacemos nos pagan tan mal. Haga un cohete, eso sí es difícil; constrúyalo y se hará rico. Los que no somos capaces de hacer cosas tangibles (cohetes, edificios, familias) nos ponemos a escribir.
Luego viene el futbol, que está por encima del sexo. El fútbol en todas sus formas, quiero decir. Yo nunca soy tan feliz como cuando juego a las ocho de la mañana afuera de la ciudad y el aire es liviano y la neblina está aún a ras de pasto. El primer mundial que cubrí me la pasé llorando cada vez que entraba a un estadio. Yo no sé qué es la felicidad, pero tiene que estar muy cerca a eso. Da igual verlo por televisión. El otro día llegó la primavera a Londres y justo pasaron Tottenham-Southampton. Todo se veía tan perfecto. Es probable que no haya nada más bonito (ni la camiseta negra de la Sampdoria, ni un coño bien depilado) que una buena cancha con sol.
Por eso las mujeres se me volvieron prescindibles. No las necesito para escribir porque se escribe en soledad. Para el futbol, tampoco. Al revés, se emputan si juego mucho. Para el sexo son indispensables, y la verdad es que les encanta, pero terminan cansándose de que sea solo eso; entonces dejan de buscarlo porque quieren algo más. Locas están, si, salvo para procrear, hombres y mujeres no fuimos hechos para estar juntos.
Por eso lo complejo es querer estar con una mujer después de haber eyaculado. Se llama amor y una vez se cae en él no hay remedio. Descubre uno entonces que lo que las hace tan fascinantes es que cargan con la misma dosis de sensatez y demencia; se las dan de frescas, pero son complicadísimas. Joden porque saben que así ganan: nosotros haríamos lo que fuera con tal de que no jodan; detrás de ese pelo, ese perfume, esa vocecita, esa ropa bonita, esas tetas hay un ser nacido para joder. No importa cuánto jodan ni cuán frescas quieran parecer, todas sueñan con casarse de blanco.
No entienden que el amor no se hizo para ejercerlo sino para escribirlo. Uno, que solo debería escribir de amor (de desamor, que es de lo más bonito aunque duela montones), se la pasa en cambio haciendo artículos por encargo que pagan a 30 días (60 si es con El Tiempo).
Hace poco di con una estupidez de artículo que decía que uno no debería enamorarse de una mujer que escribe. Es mentira, comenzando porque escribir está sobrevalorado aunque lo paguen mal. Uno no debe enamorarse es de una mujer que fume y que al depilarse el coño no le quede como la cancha del Tottenham en primavera.
by Adolfo Zableh, 23/05/2013
No más Rosales, no más Chicó, no más Parque el Virrey. No más viejas del Marymount, ni del Femenino, ni de Los Portales. Me voy a Venecia, a Morato, a Barrios Unidos. Llevo la vida buscando a la misma mujer -un fantasma-, persiguiendo el culo de siempre por El Coq y por La T, La G y El Bandido; últimamente por Gordo y Bruto. No más. No más ese círculo vicioso de arpías deliciosas y sin culo, cachacas de pelo liso y aretes pequeños que son el símbolo de su superioridad moral. Creen que con su belleza y con la bondad que no poseen van a salvar el mundo.
Llega un día en el que se puede prescindir del mundo en el que crecimos, es posible vivir de escribir, jugar fútbol y follar sin que el resto de las cosas nos afecten. Yo elegí dejar todo y dedicarme a teclear, correr detrás de un balón y fornicar sin corazón (pero con ganas). No hago bien ninguna de las tres, pero ahí voy.
Escribir para comer, no por talento, porque escribir es muy difícil. Teclear, sí es sencillo, por eso hay tanto columnista. Es tan fácil que cualquier hijo de puta publica un libro (yo tengo dos y voy para el tercero, ninguno la gran cosa). Darle a unas teclas y ser publicado es tan fácil que por eso a los que lo hacemos nos pagan tan mal. Haga un cohete, eso sí es difícil; constrúyalo y se hará rico. Los que no somos capaces de hacer cosas tangibles (cohetes, edificios, familias) nos ponemos a escribir.
Luego viene el futbol, que está por encima del sexo. El fútbol en todas sus formas, quiero decir. Yo nunca soy tan feliz como cuando juego a las ocho de la mañana afuera de la ciudad y el aire es liviano y la neblina está aún a ras de pasto. El primer mundial que cubrí me la pasé llorando cada vez que entraba a un estadio. Yo no sé qué es la felicidad, pero tiene que estar muy cerca a eso. Da igual verlo por televisión. El otro día llegó la primavera a Londres y justo pasaron Tottenham-Southampton. Todo se veía tan perfecto. Es probable que no haya nada más bonito (ni la camiseta negra de la Sampdoria, ni un coño bien depilado) que una buena cancha con sol.
Por eso las mujeres se me volvieron prescindibles. No las necesito para escribir porque se escribe en soledad. Para el futbol, tampoco. Al revés, se emputan si juego mucho. Para el sexo son indispensables, y la verdad es que les encanta, pero terminan cansándose de que sea solo eso; entonces dejan de buscarlo porque quieren algo más. Locas están, si, salvo para procrear, hombres y mujeres no fuimos hechos para estar juntos.
Por eso lo complejo es querer estar con una mujer después de haber eyaculado. Se llama amor y una vez se cae en él no hay remedio. Descubre uno entonces que lo que las hace tan fascinantes es que cargan con la misma dosis de sensatez y demencia; se las dan de frescas, pero son complicadísimas. Joden porque saben que así ganan: nosotros haríamos lo que fuera con tal de que no jodan; detrás de ese pelo, ese perfume, esa vocecita, esa ropa bonita, esas tetas hay un ser nacido para joder. No importa cuánto jodan ni cuán frescas quieran parecer, todas sueñan con casarse de blanco.
No entienden que el amor no se hizo para ejercerlo sino para escribirlo. Uno, que solo debería escribir de amor (de desamor, que es de lo más bonito aunque duela montones), se la pasa en cambio haciendo artículos por encargo que pagan a 30 días (60 si es con El Tiempo).
Hace poco di con una estupidez de artículo que decía que uno no debería enamorarse de una mujer que escribe. Es mentira, comenzando porque escribir está sobrevalorado aunque lo paguen mal. Uno no debe enamorarse es de una mujer que fume y que al depilarse el coño no le quede como la cancha del Tottenham en primavera.
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